Editores y libreros desde 1969

José Manuel Padilla Monge

José Manuel Padilla Monge

MÁS QUE UNA VIDA ENTRE LIBROS

Por

María Padilla Berdejo

José Manuel nació en el verano de 1943 en un pequeño piso de la calle Maravilla, donde se crió junto a sus padres y sus seis hermanos. Él era el tercero de siete. Para muchos niños era un niño bien por el hecho de no vivir en un corral de vecinos, pero no era así. De familia trabajadora, siendo niño ayudaba en la tienda de caramelos Mauri de la calle Francos; y con solo catorce años empezó a ganar un sueldo trabajando como administrativo en la extinta compañía de seguros Fénix Agrícola. De aquellos años en esta compañía guardaba anécdotas –cómicas unas, muy crueles otras–, que reunió en un relato bajo el título «Papeles judiciales».
Entre semana trabajaba en la compañía, estudiaba Comercio y los domingos se enfundaba el traje de galán para presentar Galas Juveniles en el Teatro San Fernando. De ese momento de juventud, de ilusión por asombrar al espectador, surge su curiosidad por la magia. Su maestro de artes mágicas fue entonces su buen amigo Víctor Soriano. Con él y otros magos visitaban seminarios, asilos, hospitales, a los niños de San Juan de Dios, asociaciones; iban por pueblos haciendo juegos de magia. Sus enormes manos le condicionaron para especializarse en la baraja, con la que era muy bueno. En los primeros años de los 60 José Manuel estudiaba en el Conservatorio de Sevilla, en la calle Jesús del Gran Poder. De aquellos momentos recordaba los personajes de gran trascendencia social que de allí entraban y salían: Norberto Almandoz (director del conservatorio); Juan Diego, actor; Benito Moreno, actor por aquel entonces; Sebastián Blanch, profesor de Declamación y Arte Dramático; «y así, además, otros tantos sevillanos, entonces estudiantes, que hicieron de esta ciudad el lugar histórico donde crecieron músicos y profesionales de la escena nunca reconocidos como bien debiera hacerse». Los buenos momentos terminaron cuando le tocó hacer el servicio militar. Primero lo destinaron a Cerro Muriano, pero por sus ideas progresistas y por enfrentarse a un teniente, lo mandaron castigado –tras una sonada paliza– a Algeciras, en un lugar aislado a la sombra de una antena de telecomunicaciones. Como él decía, lo pasó francamente mal, y poco gustaba de contar de entonces. Quizás lo único positivo de la mili fue que conoció en Cerro Muriano a quien años después sería su cuñado. De sus inicios con mi madre no hay ningún escrito, que de seguro hubiera sido muy divertido de leer, pero me atrevo a decir que sus palabras al conocerla serían las mismas que repitió durante todo el tiempo que estuve a su lado: «Tu madre me desarma, me desborda, es pura anarquía».
Esa anarquía que llegó a su vida se convirtió en su Pilar, su pilar esencial para poder dar forma a todos sus proyectos y sueños. Con una compañera así se comete una de las mayores locuras que se puede hacer: montar una librería. Si hoy en día lo es, en el año 1969, en Sevilla, era prácticamente un suicidio, y un suicidio colectivo, porque también participó el librero de viejos Antonio Castro. Los tres abrieron la librería Cenital (sita en el Pasaje de los Azahares). Una librería moderna, con un fondo innovador, escaparates que atraían a los viandantes, que no pasó desapercibida entre el panorama libresco sevillano, copado por librerías religiosas y de libros de texto.
En su afán por dedicarse a los libros, y haciéndolo más difícil todavía, José Manuel y Pilar fundaron la distribuidora Padilla Libros –Publicaciones Para Andalucía–. Empezaron con la primitiva Alfaguara de los hermanos Camilo José y Jorge Cela. Se incorporó el Fondo Mexicano de Siglo XXI –que ya empezaba a publicar en España–, el de Grijalbo, Losada, Editorial Era, Editorial Ayuso –que incluía la colección Orbe con textos de Karl Marx y de Friedrich Engels–, etc. José Manuel visitaba librerías en Sevilla y Cádiz, e incorporó en ellas otra visión del libro al añadir en sus escaparates títulos que habían estado prohibidos o desacreditados –Vargas Vila, Ciro Alegría, libros marxistas o poetas de la Generación del 27– durante el franquismo. Años después, en 1976, José Manuel y Pilar abren la librería Padilla Libros en calle Laraña, y cesan el servicio de distribución.
En paralelo a esto, José Manuel continua con su fuerte pasión artística: el teatro. Formó parte de las compañías teatrales Esperpento –junto a Antonio Andrés Lapeña y Roberto García Quintana, entre otros– y Teatro del Mediodía. Participó, también, en películas dirigidas por Jaime Chávarri de la Mora, Juan Sebastián Bollaín, José Luis López del Río, Pedro Olea, entre otros directores. Su profunda voz, su clara dicción y la precisa gestualidad hacían de él un excelente declamador; incluso realizó anuncios radiofónicos y algunos televisivos.
La librería de calle Laraña se convierte en un centro dinamizador cultural. Todos los meses había una programación de exposiciones artísticas y presentaciones de libros, muchos publicados por Padilla Libros. Fue, además, la primera librería informatizada y la primera en Andalucía donde se facilitaba, por un costo reducido e incluso gratis, fichas bibliográficas gracias a un servicio informático a través del INLE (RED INCA). En las postrimerías de la década de los 80 y con motivo del cercano V centenario del Descubrimiento de América, Padilla Libros Editores & Libreros publica una serie de libros en edición facsímil. La dedicación a estas hermosas publicaciones hizo a Padilla bajarse de los escenarios, pero no alejarse de ellos, pues en la Exposición Universal del año 92 José Manuel cubrió todos los espectáculos de teatro y danza para Diario 16; y siguió colaborando con sus críticas en este periódico algunos años más. En el mítico local de Laraña, José Manuel desarrolló, en veintiséis años, su faceta de editor, de encuadernador y de escritor, aunque, en realidad, no dejó de hacerlo hasta el final. En el 2003, por abreviar, nos trasladamos a la calle Feria, donde primaron nuestras ediciones y trabajos artesanales. Y ya en 2015 nos volvimos a mudar a la actual sede de Trajano. José Manuel murió un uno de noviembre de 2019, un día teatral, el día de El Tenorio.