Anales de Isbilya

Si bien la acción se sitúa en Sevilla en un período histórico claramente delimitado (desde la llegada de los almohades, mediado ya el siglo xii, hasta Noviembre de 1248, un mes antes de la entrega de la ciudad a Fernando III) no es un thriller histórico al uso, ni por la relativa brevedad del texto, ni por el tono poético o el lenguaje, ora explícito, ora elusivo, a menudo metafórico o barroco, tributario siempre de la fábula y el intimismo. No es pródiga en descripciones exhaustivas, sin que falten referencias más o menos detalladas al urbanismo, la religiosidad, la política, la economía, el misticismo... o semblanzas de algunos personajes históricos (el califa Yusuf, el sufí Ibn ’Arabi...) o capítulos en que predomine la acción (Batallas de Alarcos y las Navas, cerco de Sevilla...). Es el acento lírico trágico el que se mantiene de principio a final en un texto breve pero intenso, puesto que recorre ochenta años de la historia de la ciudad, un capítulo que se ha minusvalorado a pesar de tener en la Giralda el signo menos perecedero. Apenas medio siglo separa el orto de Isbilya –coronamiento del alminar con el yamur de oro en 1198–, del ocaso definitivo –ocupación cristiana en diciembre de 1248.
La historia se desarrolla en dos partes, centrada la primera en la personalidad de Hassan, poeta, bibliófilo, esteta deslumbrado por el paganismo en una sociedad intransigente y fuertemente monoteísta. Una peripecia vital imbuida por el amor a las letras, el culto a la belleza y la incapacidad de medirse con la realidad. Decisivos en su evolución serán las figuras de su maestro, del místico Ibn ’Arabi y del mecenas Abulcasim, ante un escenario de auge económico, frenesí monumental y frecuentes enfrentamientos con portugueses y castellanos. La segunda parte se inicia con la terrible arriada de 1201, que anuncia el principio del declive sevillano. A partir de aquí un desdoblamiento de tiempos y de voces narran tanto el progresivo confinamiento de Hassan en un pasado mitificado, representado por la biblioteca que atesora, como la aventura de su hijo Omar, contrastada figura abocada fatalmente a parajes abiertos e indomados durante gran parte de su vida, hasta dar testimonio directo del cerco cristiano. Ambos personajes, solitarios y opuestos a convenciones, buscan su resguardo en dos universos divergentes; todo ello en un periodo de fuerte inflexión en las relaciones de poder entre el Norte y Al-Andalus.